¿Brindas conmigo?
Te pregunto esto porque hoy estoy, de nuevo, feliz y en paz conmigo misma. Hoy, después de un tiempo gris, vuelvo a recobrar la alegría capitalista de sentirme útil, dentro del sistema, dentro del Régimen de la Seguridad Social. Ha pasado mucho tiempo. Quizá ya ni te acuerdes del verano pasado. Yo sí. Fue el peor y el mejor verano de mi vida.
Hace un año, estaba agotando unas vacaciones con la incomodidad de que, a la vuelta, recogería mi despido, mi finiquito y el odio esparcido por mi despacho.
Hace (ya) un año, un ex-jefe me evitaba escondiéndose tras el despiste para no reconocerme(se) una hipócrita amistad, una sangrienta cobardía.
También hace un año, acababa mi segundo año del Máster de Cine con un regusto dulzón y feliz. Estaba enamorada y me amaban. Con mayúsculas.
Se abría un futuro íntimo ante una persona que, por obra y gracias de mi ex-jefe, se había quedado sin porvenir.
Hoy, un año después, me dicen desde una universidad más prestigiosa, más antigua, más pública... que cuentan conmigo en su Claustro de Profesores.
En algún momento lo dije. En realidad lo debí decir de muchas formas:
No hay mal que por bien no venga.
Dos mil siete sonaba a triunfo.
Contigo (con él) a pan y cebolla (aunque mejor a foie y cava)...
Ah, también dije
¡Qué se jodan!
y
El tiempo pone a cada uno en su sitio.
Aunque nunca lo dije tan bien como mi amadísimo Clint Eastwood. ¿Recuerdas aquello de Alégrame el día?
Ahora, tras compartir la alegría contigo, con vosotros (que lleváis formando parte de mi vida casi dos años), me voy a preparar para una cenorra y unas copas de Matusalen a ritmo de jazz. Os quiero. Gracias por estar ahí, aunque sea a hurtadillas.
Hace un año, estaba agotando unas vacaciones con la incomodidad de que, a la vuelta, recogería mi despido, mi finiquito y el odio esparcido por mi despacho.
Hace (ya) un año, un ex-jefe me evitaba escondiéndose tras el despiste para no reconocerme(se) una hipócrita amistad, una sangrienta cobardía.
También hace un año, acababa mi segundo año del Máster de Cine con un regusto dulzón y feliz. Estaba enamorada y me amaban. Con mayúsculas.
Se abría un futuro íntimo ante una persona que, por obra y gracias de mi ex-jefe, se había quedado sin porvenir.
Hoy, un año después, me dicen desde una universidad más prestigiosa, más antigua, más pública... que cuentan conmigo en su Claustro de Profesores.
En algún momento lo dije. En realidad lo debí decir de muchas formas:
No hay mal que por bien no venga.
Dos mil siete sonaba a triunfo.
Contigo (con él) a pan y cebolla (aunque mejor a foie y cava)...
Ah, también dije
¡Qué se jodan!
y
El tiempo pone a cada uno en su sitio.
Aunque nunca lo dije tan bien como mi amadísimo Clint Eastwood. ¿Recuerdas aquello de Alégrame el día?
Ahora, tras compartir la alegría contigo, con vosotros (que lleváis formando parte de mi vida casi dos años), me voy a preparar para una cenorra y unas copas de Matusalen a ritmo de jazz. Os quiero. Gracias por estar ahí, aunque sea a hurtadillas.
Escuchando Jacques Loussier Plays Bach
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Besos sin fin.