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Mostrando entradas de febrero, 2006

El jazz en el cine o el cine en el jazz (flashes insomnes)

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El disco "Scenes" de Mel Tormé , de 1957. El comienzo de "Good Night and Good Luck", con ese murmullo solapado por la música (de jazz). La trompeta de Miles Davis improvisando la banda sonora para "Ascenseur pour l'echafaud", de Louis Malle . La vida de Ray Charles en los Oscar del año pasado. "El cantor de jazz", esta madrugada en un canal del cable. La mirada encandilada de Woody Allen cuando Diane Keaton , en "Manhattan", pasa de ser la mujer insoportablemente cultureta a la mujer insoportablemente deseada. Charlie Parker y Dizzy Gillespie retratados por Clint Eastwood . Buddy Bolden , que jura y perjura ser el inventor del jazz, muere en un psiquiátrico sin llegar a ver cómo su adorada música se graba en vinilos. Louis Armstrong entonando su "C'est si bon!" en technicolor. "Tócala otra vez, Sam". Ilsa era el espíritu de la golosina. La niña que fui un día no entendía por qué Humphrey Bogart se enamo

El dulce piano de Camilo

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Michel Camilo es uno de los mejores pianistas de jazz latino. Es elegante y, cuando toca, se le nota ese espíritu de Nueva York, esa compostura que se le contagia a todos los que se van a vivir a esa ciudad. Michel Camilo también es un tipo de carácter alegre y cariñoso, y también se le nota cuando se sienta ante el piano. Camilo, además, ama el jazz clásico, pero también sus raíces latinas. Camilo mezcla su infancia de ritmos latinos con su admiración por Art Tatum y Oscar Peterson y con el respeto por Chopin o Debussy y, después, se sienta, mira al piano con dulzura y le arranca un sonido seductor, adulador y exquisito. A Michel Camilo le vi un día en la Fnac. Presentaba un disco y ofrecía un pequeño recital. No había mucha gente, porque la gente normal prefería, por esos días, apostar ante el televisor si ganaría Rosa o Bisbal. Recuerdo que, cuando vi a aquel hombre, pequeño, afable, con una tierna timidez en su acento dominicano, sentí ese buen rollo que despiertan ciertas per

Un post de Carnavales ( y es que estamos en febrero)

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Yo siempre digo que lo mejor de Andalucía es Cádiz (aunque sea tirar piedras sobre mi propio tejado con olor a alpechín) Pero es verdad. Soy una enamorada (cada día más) de la tierra en la que me parieron. Me gustan los montaítos de pringá que ponen en algunos bares de Sevilla. Cuando estoy en pleno atasco de la M30, cierro los ojos y sueño con estar en la playa malagueña del Rincón de la Victoria. En Huelva, en sus calles que huelen a salado, me dejé unos besos y compré unos libros en un puestito callejero. En Córdoba, conseguí hacer migas, aunque suene a utopía , con un taxista (pero es que los taxistas de mi sur tienen un carácter de parranda y buen rollo que no tienen los de ningún otro lugar). En Las Negras de Almería descubrí que se puede ir a una playa semidesierta sin tener que lidiar con perroflautas mochileros. En Jaén nací, crecí, leí mis primeros cuentos, escuché las primeras canciones, me di los primeros besos... Y, de tanto en cuando, vuelvo para buscar a la Olvido que fu

Art Tatum

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Hoy quiero hablar de Art Tatum , pianista de jazz. 1909-1956. En los años ’40, este músico aglutinaba a distintas figuras de la música clásica como espectadores en la mítica calle 52. Estos señores, que no se dejaban caer por los clubs de jazz, iban en peregrinación a ver a un pianista medio ciego cuya técnica, destreza y brillo musical eran sobrehumanos. Dicen que Fats Waller estaba tocando una noche y, cuando le dijeron que Tatum había entrado en el local, interrumpió el espectáculo, se dirigió al público y dijo "Señoras y señores, Dios está aquí esta noche". Todos los genios, todos los dioses en la tierra, tienen sus leyendas, sus anécdotas... y los humanos corrientitos nos deleitamos contándolas. Quizá es por lo que decía León Felipe de "que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos". Quizá es porque necesitamos humanizar a nuestros ídolos y por eso nos recreamos en sus historietas de seres humanos. El caso es que a todos nos gustan estas histor

Sobre Jamie Cullum

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Al jazz le hacía falta un Jamie Cullum . Me di cuenta una madrugada. Yo no sabía quién era Cullum ni había oído nunca su nombre. Pero, una noche, contagiada del insomnio que me persigue desde que era pequeña, encendí el televisor y me encontré, desprotegida y sin prejuicios, con aquel muchacho irreverente. Creo que me enamoré de él en aquel mismo instante. Yo no podía dormir y en Madrid hacía el calor agotador de un julio en obras. Yo no podía dormir y hacía meses que, por el miedo y la soledad que había dejado el newyorkino en mi vida, no intimaba con ningún hombre. Y allí estaba, en una retransmisión de La2 del Festival de Vitoria , con sus pantalones gastados, con sus zapatillas de malote_grunge, con su picardía en la mirada... El jazz es algo elegante, por eso, cuando le vi saltar sobre el piano, como hubiera hecho cualquier heavy de tres al cuarto, no pude evitar pegar la nariz al televisor. Me sentí un poco como un ratón en Hamelín, anestesiada, hechizada... No sé cuánto tiempo p

Sobre mi patrimonio

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Yo siempre he creído que el mejor patrimonio que podía llegar a tener era mi propio conocimiento. Y no defiendo con ello ninguna tesis comunista, ni perroflautil, ni cultureta, ni muchísimo menos utópica. Por supuesto que quiero un piso (pero se trata más bien de una necesidad, ya saben, aquello de que todo ser humano tiene derecho a una vivienda digna). Por supuesto que me gusta cobrar mi nómina todos los meses, pero es porque vivo en un mundo donde el trueque se hace con moneda de curso legal. Sería absurdo decir que no queremos esos pantalones que nos hacen un culo tan redondito o que no queremos ese perfume que todos los hombres recuerdan inconscientemente. Pero, insisto, siempre he creído que mi mayor y mejor patrimonio era intangible. Cuando trato de definirme a mí misma, no pienso "tengo un piso, tengo un coche o tengo una gargantilla de perlas naturales". Pienso en que me emociono cuando escucho a Scott Joplin o Louis Armstrong . Pienso en que el tiempo se me detiene