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Mostrando entradas de agosto, 2007

Esas bellezas que duelen

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Hay un tipo de belleza que hasta duele mirarla. No sabes muy bien por qué, pero no puedes apartar la vista al tiempo que se te encogen las entrañas. Sufres. Quizá porque sabes que nunca verás algo así de cerca. Quizá es que lamentas que tanta belleza tenga que acabar, un día u otro, esperando flores baratas en una lápida llena de moho. Marilyn luce una cicatriz por una operación de vesícula. Y, con marca y todo, ¿no te duele de lo guapa que es? ¿No te sobrecoge su mirada? ¿No te resulta tan perfecta que hasta te dan ganas de llorar su ausencia? Aún te diré una cosa más. Pocos días después de que Bert Stern tomara esta fotografía, suicidarían a Norma Jean . Y, sin embargo, aun en el umbral de su muerte, me parece que nunca un fotógrafo había capturado tanta belleza. Al menos, no una de esas bellezas que hasta duele mirarlas.

¿Brindas conmigo?

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Te pregunto esto porque hoy estoy, de nuevo, feliz y en paz conmigo misma. Hoy, después de un tiempo gris, vuelvo a recobrar la alegría capitalista de sentirme útil, dentro del sistema, dentro del Régimen de la Seguridad Social. Ha pasado mucho tiempo. Quizá ya ni te acuerdes del verano pasado. Yo sí. Fue el peor y el mejor verano de mi vida. Hace un año, estaba agotando unas vacaciones con la incomodidad de que, a la vuelta, recogería mi despido, mi finiquito y el odio esparcido por mi despacho. Hace (ya) un año, un ex-jefe me evitaba escondiéndose tras el despiste para no reconocerme(se) una hipócrita amistad, una sangrienta cobardía. También hace un año, acababa mi segundo año del Máster de Cine con un regusto dulzón y feliz. Estaba enamorada y me amaban. Con mayúsculas. Se abría un futuro íntimo ante una persona que, por obra y gracias de mi ex-jefe, se había quedado sin porvenir. Hoy, un año después, me dicen desde una universidad más prestigiosa, más antigua, más pública... que c

El soul en siete razones tontas

1. Porque sobre el soul no he escrito demasiado en esta pantalla que ahora tienes ante tus ojos. No sé muy bien por qué. Quizá ha sido un acto egoísta. Quizá es que lo quería para mí sola. 2. Porque James Brown se movía como nadie, escandalizaba, enamoraba, excitaba e incomodaba a una sociedad que, tal vez, no estaba del todo preparada para la libertad (en su más amplio y bello significado, en sus más amplias y bellas acepciones). 3. Porque el timbre gastado de Ben E. King es capaz de ponerme un par de lágrimas en la garganta (pero de las buenas, de las que te hacen sentir en el centro gravitatorio del paraíso, de las que te dibujan una carcajada en el clítoris). 4. Porque cuando era una niña cursi me enamoré de la voz de Percy Sledge escuchando su When A Man Loves a Woman . Mi padre grababa cintas de cassette y las ponía en su Citroën Bx en los viajes infinitos (los viajes siempre se antojaban largos y la llegada parecía siempre demasiado temprano). Así conocí a Jacques Brel , a Nat

Hoy es una fotografía en escala de grises

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Porque la semana pasada estuve escuchando en bucle el Jazz at Massey Hall . (Qué grande es este disco. Creo que fue Nick Hornby quién dijo aquello de que el jazz era esa música en la que los músicos disfrutan más que quienes les escuchan. Éste disco convierte aquella frase en un axioma. Derrocha tanto buen rollo. Además tiene una versión del All Things You Are que te cae al cuerpo como una cerveza fresquita en medio del desierto.) Porque la calle 52 se queda un poco más sola. Porque a una le daba una tranquilidad en el alma que siguieran pululando por el mundo genios con mayúscula. Porque se nos van yendo todos los grandes y a lo mejor tenía razón aquel amigo que apuntaba la muerte del jazz como lenguaje artístico. Porque una no sabe cómo se le guarda luto a alguien a quien nunca has olido pero al que has escuchado más veces y de forma más profunda que a la mayoría de la gente que conoces. Has saboreado sus manos en días lluviosos y soleados, en soledad y en compañía, jugando al poker

Sobre por qué Saxophone Colossus es imprescindible

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Un entendido en jazz te diría que este disco es bueno por los solos de batería del gran Max Roach . Te podría argumentar, también, que la colaboración pianística de Tommy Flanagan es excelente, aún más indispensable. Quizá te diría que el sonido es limpio, correcto, incluso sublime. Te indicaría que es el álbum a partir del cual Sonny Rollins se convierte en “El Coloso” . Te mostraría el desmedido bajo de Doug Watkins . Y te diría muchas más cosas que tal vez no entenderías. Por mi parte, te diré que este disco es imprescindible por muchas razones. Las primeras cinco son los cinco temas que lo integran. St. Thomas , You Don’t Know What Love Is , Strode Rode , Moritat y Blue 7 . St. Thomas es enorme. Es el tema que abre el disco y es imposible no viajar al Caribe, con mojito en mano, mientras la escuchas. Max Roach te lleva en su montura hacia unas raíces selváticas entre África y América. Allí (sé que puedes verlo) hay una santera invocando con sus cad

Jazz en Valladolid

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Con la primera visita al Herminios empieza, verdaderamente, el Máster en Valladolid. Unas cuantas miles de cervezas. Llegada y conquista del Club de Jazz. Dos o tres Matusalen con coca cola. Un collar de plástico a cambio de olvidar la vergüenza emulando el Mardi Grass de La Ciudad. Una borrachera de escándalo. Unas notas de Charlie Parker , un disco grabado en algún bar de París, rememoraciones de cine varias, el recuerdo de Josephine Baker (al emular costumbres de Nueva Orleans en medio de un garito vallisoletano)... Con la primera visita al Herminios , empieza verdaderamente, el Máster de Historia y Estética Cinematográfica en Valladolid. Esto es vida, coño. Y a ver cómo duermo yo esta noche con el helicóptero en mi cabeza.

A modo de epílogo

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- Dios - Después del concierto, Dios se quedó jugando al ajedrez en su camerino. En aquellos días, Bergman estaba a punto de morir. Quizá fuera por eso que relaciono, echando la vista atrás, El Séptimo Sello , la Muerte y su partida de ajedrez. Un músico normal, al terminar una agotadora actuación, se va con su gruppi de turno a que le haga la merecida felación o, al menos, las merecidas carantoñas. Un músico normal, se va a limpiar su sudor en alcohol y adrenalina. Sin embargo, Dios (o Wynton Marsalis ) se quedó en su camerino jugando al ajedrez. En ese momento, yo ya empecé a sospechar que estaba muerta. - Arcángeles - Mientras Dios se peleaba con la muerte por una torre o un caballo, los arcángeles iban dejando el auditorio entre aplausos y vítores de unos chavales que aún no sabían a ciencia cierta qué era eso de la adolescencia. Se oían, desde las bambalinas, aquella ilusión de los aprendices de la vida quemándose las palmas de las manos y dejándose la voz en sus halagos. Entonc