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Mostrando entradas de octubre, 2006

Llovía a cantaros

Hoy en Madrid. La lluvia es algo muy literario y muy bucólico, pero también algo tremendamente incómodo. A nadie le gusta que se le empapen las gafas (sí, tontucia gafapasta de color rojo, a ti que a lo mejor has caído aquí buscando Gustav Klimt o Kiarostami , tampoco te gusta, aunque disimules muecas popis bajo los cantaros para parecerte más a Isabel Coixet ). No me gusta la lluvia, entre otras cosas porque enaltece, aún un poco más, los peligros de la imperial obra de este alcalde al que le hubiera gustado tener algún número romano en su nombre, que siempre da ese regusto a neftalina y genes mongólicos. Pero no es ni Alberto V ni desciende de una larga casta engendrada entre primos hermanos. Por eso, para ganarse su estatua ecuestre (que siempre viste un montón), ha decidido dejar su huella en los accidentes de la M30 y en las lápidas de todos los obreros muertos mientras hacían su adorado soterramiento (pero de esos muertos no se habla, ni en los periódicos de izquierdas ni en los