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Mostrando entradas de marzo, 2006

De cómo Subiela me hurga en las heridas

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Eliseo Subiela hizo un día "El lado oscuro del corazón" , que aunque cinematográficamente no es una buena obra, su guión hizo que se convirtiera en una de mis películas favoritas. Luego hizo la segunda parte y, aunque en las segundas partes ya se sabe que es muy fácil pifiarla, también me tocó la fibra sensible. Era fácil. Subiela fotocopiaba a Mario Benedetti y colaba poemas de Oliverio Girondo , ponía boleros de Los Panchos , tangos argentinos y a Darío Grandinetti . Hablaba del amor como búsqueda ideal, obsesiva, utópica y necesaria al fin y a cabo. Subiela hablaba de la soledad, de la muerte y del paso del tiempo. Y, además, lo regaba con poemas de Benedetti . Sí, lo sé, eso ya lo dije. Eliseo Subiela ha hecho muchas películas malas. Lo sé. Pero le perdono, (siempre le perdono). Al fin y al cabo, ha hecho "El lado oscuro del corazón" y, sólo con eso, ya puede morirse tranquilo. Porque los dos primeros minutos de esa película, con el célebre monólogo de Gra

Pero a veces ocurre

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Dee Dee Bridgewater Ocurre con poca frecuencia, desde luego, pero a veces pasa que un milagro nace ante tus ojos. Ocurre con menos frecuencia de la deseada (y tal vez necesaria), pero a veces la magia baila una danza exótica ante tus oídos. Pero ocurre. Aunque sea muy pocas veces. Ocurre. Y eso hace que sigamos en el camino, que sigamos comprando entradas para conciertos que nos vaciarán la cuenta y nos limitarán el tiempo de amar, de leer a Jack Kerouac o a James Ellroy , de ver una película de Woody Allen o de Billy Wilder , de masturbarnos o de hacer cualquier otra cosa. Es por eso, porque tenemos la esperanza de saborear El Concierto , por lo que seguimos en este camino. Y, cuando un halo extraño te toca con su varita mágica y te permite saborear lo que yo pude palpar el domingo, entonces, en ese momento, piensas que todo tiene sentido, que la vida es una puta maravilla y que hay un equilibrio cósmico divino. De acuerdo, cuando se pasa la "borrachera" vuelves a vivir e

De los conciertos que hay que rumiar o del Ron Carter Trío en el Teatro Real

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De la página (fabulosa página) de Ron Carter Algunos conciertos, como algunas películas, como algunos besos, como algunos vinos... necesitan ser rumiados, saboreados en el tiempo, meditados en el transcurso necesario de los días. Algunos conciertos, te marcan una muesca en tu raciocinio, en tus emociones y también en tus pasiones. De modo que sólo puedes dejar que la marea te suba a la cabeza, que venga la resaca, que amanezca y anochezca y, después, decir en voz alta aquello que has visto. Porque, cuando asistes a uno de estos conciertos, no puedes guardar la experiencia para ti sola. Necesitas exorcizar sensaciones. El martes fui a uno de estos conciertos. En el Teatro Real comenzaba el ciclo "Jazz en el Barrio Latino de París" con la actuación del Ron Carter Trío . Es muy difícil expresar aquí (o en cualquier otro foro) lo que siente una muchachita, que viene de un pueblecito del sur, cuando ve el Teatro Real lleno hasta las trancas, aplaudiendo de pie a un negro enorme q

Entre copas y cigarros

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Tengo un lugar que no existe. Al principio, fue el estante de una librería cuyas paredes nadie podía tocar. Después, fue un mueble entero en el que el polvo nunca se posaba. Tengo un lugar que no existe y que ha ido creciendo con el tiempo, como si fuera un ser humano. Primero salen los dientes de leche, luego se caen y salen otros. Salen espinillas que también acaban yéndose, pero casi siempre crece. Tengo un lugar secreto en el que coloco las películas, libros y discos que hacen del mundo un lugar más vivible. Tengo un lugar que ya es casi una casa, habitable, placentera y también, a veces, cruel y despiadada. Con respecto al espacio habitado por el séptimo arte, he de reconocer que coloqué películas que luego acabé quitando. Y es que, muchas de las que me emocionaron en el cine, no sobrevivieron a un segundo visionado. Muchas, incluso, no superaron la digestión de los días posteriores. Y luego están las que no guardé en un primer momento y, con el paso del tiempo, al v

Porque sueño yo no lo estoy

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- ¿De dónde sacó esas ideas? – preguntaba un periodista a Duke Ellington en un programa en blanco y negro de televisión . - ¿Las ideas? Mmmm... – pensaba entonces el músico, mientras fijaba la mirada en algún punto de las teclas del piano – Bueno, tuve un millón de sueños. Lo único que hago es soñar. Siempre. - Creía que tocaba el piano – decía el entrevistador en tono jocoso . - Oh, no, esto no es un piano – y se ponía a tocar una melodía, ajeno a todo – Es un sueño. Duke Ellington tiene mucha culpa en todo esto. Si no fuera por él, quizá no habría caído en esta adicción que me salva la vida todos los días: el jazz. Si no fuera por unos lps que me compré una vez, quizá nunca habría pasado a Charlie Parker , ni a Miles Davis . Y, por supuesto, no habría decidido que mi tema de Tesis sería el músico de jazz en el cine americano. Si no fuera por Duke, yo hoy sería otra Olvido. Quizá ni mejor ni peor, pero sí otra. En la película Léolo , la voz en off del narrador repetía la cantinela

Ne me quittes pas

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Jacques Brel Nina Simone hizo una versión del Ne me quittes pas de Jacques Brel . La escuchaba hace un momento. La Simone, de quien he hablado ya en esta especie de diario exhibicionista, le pone ese toque de negrona prepotente y orgullosa. La Simone parece que está reivindicando su egolatría en cada nota que entona, aunque el acorde pertenezca a una de las canciones de amor más bellas que se hayan compuesto nunca. A mí me gusta más, mucho más, la versión del belga Jacques Brel . En primer lugar, porque la interpreta con ese deje de actor francés y, en los momentos más dramáticos, cambia el canto por una forma de llorar ahogada que, si tienes sangre en las venas, no puedes evitar que se te ponga el dichoso nudo en la garganta. Pero también me gusta más porque era una de las canciones favoritas de mi padre. Cuando era pequeña, y mi complejo de electra paternal estaba en su máximo apogeo, mi padre ponía una vieja cinta de cassette en su Citroen Bx. No recuerdo a mi madre y a mi hermano

Sobre esas canciones que te salvan la vida (o un plagio de Jácaras Reales)

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Pintura de Jaime Carbo Marchesini Uno de mis blogeros favoritos, o lo que viene a ser lo mismo, uno de mis ojitos derechos y compañero de viajes, ha escrito hoy un post sencillamente genial en su blog Jácaras Reales (además, me escribe uno de los piropos más hermosos que me hayan hecho nunca). En él, que espero que leáis sin excusas, reflexiona o enumera esas canciones que, sin saber exactamente por qué, se convierten en imprescindibles. Hacia tiempo que le debía un homenaje a todas esas canciones (algunas de jazz, pero otras muchas no) que, de tanto en cuando, vienen a mi desesperación, me arrancan de cuajo la angustia y me salvan la vida. Creo que a todos nos pasa. Tenemos esos temas que, sencillamente, nos sujetan cuando estamos a punto de caernos, nos dibujan la sonrisa necesaria, nos ponen cachondos o, simplemente, nos dan un par de hostias bien dadas (que la "violencia" a veces viene bien y todo). Cuando quiero gritarle al mundo lo feliz que soy, me pongo "C’est

De las noches de Byas a las mañanas de la Simone

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Anoche me acosté escuchando un disco triste. Será que este marzo ha nacido con noches tristes bajo el brazo. Anoche ni siquiera leí. Me quedé a oscuras, en una esquina de mi cama, abrazando una almohada, en posición fetal, con los brazos, y otra con los muslos. En mi cama hay cuatro almohadas de pluma. No las necesito y suelo amanecer con todas ellas desperdigadas por el suelo pero, aún así, me gusta acostarme entre tanto apoyo. El saxo de Don Byas tiene un efecto inmediato de melancolía en mí. No sé si han visto ustedes “Acordes y Desacuerdos” , de mi idolatrado Woody Allen . Cuenta la vida del ficticio Emmet Ray , el segundo mejor guitarrista de jazz que, cuando escucha a Django Reinhardt , (el mejor guitarrista, y éste sí es real), no puede evitar echarse a llorar. Emmet es un tipo rudo y, sin embargo, ante los acordes del guitarrista gitano, no puede evitar que le suban las lágrimas a la garganta. A mí me pasa algo parecido con Don Byas . Así que anoche, con su disco “En ce temps-

Algunas cosas que no entiendo (o un poquito de cabreo con el mundo)

No entiendo que un hombre pueda mandar un "te echo de menos" y, al mismo tiempo, en ese preciso instante, esté ciberfollando con otra mujer. No entiendo que alguien pueda someterte a la tortura de pasar 24 horas pensando que ha llegado el fin del mundo. Tampoco entiendo que el dependiente de una tienda de discos, pequeña y especializada en rock, blues y jazz, no sepa de quién es el "Kind of Blue". No entiendo a las pseudofeministas que han condenado a los hombres al exilio del silencio porque, si dan una opinión contraria a las suyas, reprimen la libertad individual femenina. No entiendo a las batidoras humanas que mezclan a Woody Allen , a Charlie Parker y a Los Serrano en el mismo menú de tiempo libre. Ni, por supuesto, a las niñatas que presumen de pornógrafas y liberales cuando ni ellas mismas se creen su discursito falaz. Y entiendo mucho menos a las monjas que, en la intimidad, se dejan sodomizar. No entiendo que alguien pueda escuchar el lamento musical de

Aunque marzo nunca haya sido mi mes preferido...

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Hoy me está costando echar el cerrojazo al día. Pareciera como si no fuera a acabarse nunca. Pareciera también que, con la llegada del mes primaveral, empezara a torcerse el camino. O quizá es sólo que una ya ha aprendido a esperar la llegada de este mes con el chaleco antibalas bien ajustado. Lo cierto es que marzo nunca ha sido mi preferido. Hay a quien no le sienta bien la llegada del otoño. Ven la primera hoja en el suelo y entran en un estado catatónico_depresivo_estúpido. Luego los hay que se deprimen ante la llegada del otoño, del invierno, de la primavera y del verano. Vamos, que son una pseudodepresión con patas. Yo, lo reconozco, soy de las que marcean muy mal. Me gusta el verano y odio el frío que me congela la rabadilla y me golpea en mi escoliosis heredada. Pero la llegada de la primavera, esos días previos, esas semanas, en las que aún hace un frío del demonio pero las marquesinas vomitan que “ya es primavera en el Corte Inglés”, me sumergen en un estado de dolores de ca