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Mostrando entradas de abril, 2006

Sobre "Capote", sobre el escritor y sobre el Periodismo

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"Tienen ustedes que leer A Sangre Fría ", dijo un ancianito venerable y tierno mi primer día como alumna en una Facultad de Comunicación. "Tienen ustedes que leer a Truman Capote para saber de qué va esto del Periodismo". Estoy segura de que no todos los "ustedes" de la sala lo leyeron. La mediocridad estudiantil no es una cosa nueva, ni tiene la culpa de ello el actual Ministerio de Educación. O, al menos, no toda. Ni tampoco el anterior, ni el inmediatamente anterior, ni el largísimo etcétera de predecesores. Yo tenía dieciocho años recién cumplidos y estaba deseando absorber como una bayeta. Así que leí aquel libro y lo procesé como la batidora que era. Tengo que volver a leerlo. "A Sangre Fría" es uno de esos libros para volver a leer. No sólo para saber, como decía aquel profesor, de qué va esto del Periodismo. Sino para saber cómo se construye una historia desde la intransigente y árida realidad, que es mucho más intratable que la ficción.

Martes de borrachera y sorpresa

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Quizá éste no es un post para este blog. Pero es que no me siento lo suficientemente serena como para escribir con un boli y un papel. Esta no es una noche de jazz (aunque sí lo sea), ni se va a colar ningún fotograma en blanco y negro (aunque quizá sí los he pensado). Esta noche, simplemente, me he reencontrado con un buen amigo, he conocido a una actriz bastante grillada y a un artista que me miraba seductora y fijamente mientras me hablaba y, tras ingerir alcohol y dejarme tentar (después de mucho tiempo de chica formal) por una maría exquisita, he llevado a mi "tribu" improvisada al Populart , que cada día se parece más al sitio donde me quiero quedar y plantar raíces. Son casi las tres de la madrugada y acabo de llegar, borracha y contenta, a casa. Iba a ser una reunión_cervezas_cena de trabajo. Iba a ser. Pero el "iba" se perdió en un callejón a mitad de camino. Quizá se fue con unos perroflautas que pasaban por allí. ¿Y a quién le importa lo que se suponía qu

Aunque hoy casi nadie se acuerde

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Hubo un tiempo en el que Cole Porter fue una celebridad. Quizá cueste creerlo hoy, cuando el olvido no le ha hecho justicia. También hubo un tiempo en el que el jazz se utilizaba como vehículo para la trasgresión y el reproche. Lo comentaba con alguien esta noche. Le hablaba de Josephine Baker y de su cinturón de plátanos . Cole Porter escribió algunas letras que hoy podrían sonarnos demasiado cursis o demasiado naif . Pero es que no es fácil sobrevivir al paso del tiempo, a la evolución (tal vez involución) de la creatividad humana, a la saturación y a las fechas de caducidad impresas en las botellas de whisky. No quiero hacer la prueba. No quiero preguntar en una clase universitaria cuánta gente sabe quién fue Cole Porter . Total, quizá tampoco necesiten saberlo. Después de todo, aunque me venda como una mujer nihilista o cínica, sólo soy una romántica, una cursi que descubre la lágrima en la garganta cuando, en un film, me cuentan la vida de un músico (y si es de jazz, ya

Este año tampoco iré

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No iré a New Orleans este final de mes. No iré al New Orleans Jazz Fest . Otro año más en el que no dejaré que los sueños se me escurran mezclados con la babita. Esa babita que se te cae cuando Peter Pan vuelve de pronto para llevarte a esa tierra de Nunca Jamás en la que no pasa el tiempo porque, en realidad, todos están muertos. Quizá es que tenga algo de orgásmica la muerte, después de todo. Porque, filosofando un día con mi amigo Aarón, nos pusimos de acuerdo en afirmar que el orgasmo es el estado más cercano a la muerte que vive el ser humano. Y de ahí el pestum postcoitum o las ganas de esconderte en un rincón de la cama y que tu pareja de sábanas y flujos no te dé mucho el coñazo con carantoñas. Por eso es, tal vez, porque tengo esa locura o necesidad obsesiva con “El Hombre”. Porque ni él ni yo sufrimos depresión post coito. Y eso es algo grande, realmente grande. Es algo que me hace sentirme llena de vida y babita por derramar. Pero este post venía a decir que, este año, tamp

Necrológica tardía

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Jackie McLean Dicen que Jacky McLean le preguntó una vez al gran Mingus acerca de los acordes de un nuevo tema que tenían que tocar juntos. Entonces, Mingus se le debió quedar mirando, con su gesto lúcido, y le indicó que en realidad no había acordes. Imagino la cara de McLean , con su mirada perdida en la incomprensión frente al genio. Charles Mingus , entonces, quizá se apiadó del discípulo y le dijo “sólo límitate a seguir la música tal como vaya surgiendo”. No sé si Mingus fue consciente de que, en ese momento, no estaba explicándole el significado de ese tema que tenían que interpretar, sino algo más abstracto y más poderoso. Charles Mingus , acodado probablemente en su contrabajo brillante, estaba explicándole qué era el jazz o cómo debe acercarse uno al jazz. No se trata de conocer los acordes, ni de entenderlos... Se trata de seguirlos, de sentirlos, según vayan surgiendo. Tampoco sé si fue en ese momento que empezó a gestarse la vena docente de McLean . Pero, un tiempo desp

En un rato

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Estaré en la carretera, con mi pequeño coche, con la Krall agitándome las agujetas con su sublime "Fly me to the Moon". En un rato, quedarán atrás las obras en la M30, las psicosis de mis compañeros de trabajo y todo lo que detesto de esta ciudad que, al mismo tiempo, amo con locura. En un rato, mi coche y yo (con todas las cosas que hemos vivido juntos) nos bajaremos al Sur donde me parieron hace 25 años. Voy preparada para sobrevivir a la angustia de inciensos, tambores e hipocresía. Llevo unos cuantos discos, unos libros y mucho material para sumergirme en mi Tesis. "El Hombre" se queda aquí con su hipoteca. Yo me voy con mis miedos a no tenerle del todo nunca. Pero, en otro rato, volveré a la M30 en obras, con el "Fly me to the Moon" reventando los cristales de mis gafas, con los abrazos del hombre mintiéndome que todo va a salir bien, con nuevos vicios que eyacular en este blog (que, espero, hayáis notado más estético), con los comentarios de Errad

Mientras Stan Getz plays

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Una mujer llora en su salón. Un viejo disco de Stan Getz da vueltas a una velocidad vertiginosa sobre un microchip que, probablemente, fabricó un taiwanés que jamás escuchó a Getz , ni a Byas , ni a Bird , ni muchísimo menos el requiebro de la Holiday . (Ni falta que le hace. Bastante tiene, seguramente, con lo suyo). Un hombre rumia las lágrimas de su amante mientras, posiblemente, pone buena cara para que la mujer que convive con él no sospeche que ella no es su única prioridad. Lo que me gusta del jazz, lo que me atrapa del jazz, es que es una música (probablemente la única música) en la que el músico sólo hace la mitad del trabajo y el oyente la otra mitad. El artista deja grabadas unas notas y, luego, la mujer del salón interpreta el significado según su estado de ánimo. Un mismo tema puede sonar el tema más triste sobre la faz de la tierra o el más alegre de la historia de la felicidad insulsa. ¡Qué jodidamente grande es el jazz! ¡Qué jodidamente grande era Stan Getz ! ¡Qué jodi