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Mostrando entradas de agosto, 2015

Cumpleaños

Hoy cumplo diez años de bloguera en clave de jazz. El 30 de agosto de 2005 inauguré mi blog con este post de sabor ingenuo. A los que habéis estado al otro lado de la pantalla desde el principio, a los que habéis llegado después, a los que os emocionáis con los mismos acordes, gracias. Seguiremos por aquí. Jass it up, boys!

Parmigiana di melanzane

Ingredienti: -        Dos berenjenas grandes, brillantes y turgentes -         Passata di pomodoro (o tomate triturado) -        Mozzarella di bufala -        Albahaca -        Sal -        Aceite de oliva extra virgen *** “Due melanzane grande, per favore” – le dijiste a aquel tendero de Napoli. Me reí y te volviste enfadada. “Ma che cazzo...” – me interpelaste rabiosa. Y, entonces, ya supe que podría quedarme a vivir en tu mirada. Pero solo fui capaz de articular una i. No sé cuánto tiempo pasó hasta que pude decir “grandi”. Solo sé que esta vez fuiste tú quién te reíste y, entonces, también supe que podría perderme para siempre en la comisura de tus labios. *** Se corta la berenjena en rodajas de un centímetro o centímetro y medio de grosor. Se ponen en agua y sal. *** Yo siempre añadía un chorrito de vino bianco frizzante Prosecco. La comida tiene memoria, también le melanzane. Cortaba las rodajas de berenjena y las bañaba durante u

Sopa de huesos

Mis recuerdos tienen más de olores y sabores que de imágenes. Apenas puedo recordar las arrugas en la frente de mi abuelo, pero recuerdo el olor de su cuello cuando me abrazaba fuerte y no me dejaba escapar. Tampoco recuerdo el color de los ojos de mi abuela, pero recuerdo cómo sabía su alioli untado en las rodajas que cortaba para mí de la hogaza de pan de pueblo recién horneado.  Mis abuelos fueron gente muy humilde. Mi madre se pagó los estudios fregando escaleras. Ella no lo ha olvidado, ni ha dejado que yo lo olvide. Me lo repite mucho, casi a modo de reproche. No sé si porque yo no había recogido la misma mierda que ella o porque la que yo había limpiado no estaba a su altura. O quizá porque era mayor. Quién sabe. Pero nunca aceptó que yo aguantara la ira del ogro anónimo al teléfono cuando compaginaba mi estudios en la universidad con un trabajo como teleoperadora, ni tampoco que me pagara mi primer viaje a Nueva York sirviendo copas y esquivando los escupitajos que cr

No sé tú

Imagen
Pero yo te sigo echando de menos...