Ver la música
No basta con oír la música; además hay que verla.
(Igor Stravinski)
(Igor Stravinski)
“Oyes peleas, hueles la cena, escuchas a gente haciendo el amor. Escuchas la radio... Escuchas a gente rezando, peleando, roncando... Traté de poner todo eso en Harlem Air Shaft”. Duke Ellington hablaba de cómo había compuesto uno de sus temas más celebrados.
Al otro lado del mundo y en otra fecha de calendario en la que Ellington explicaba sus musas compositoras, estamos tú y yo. Es uno de esos días, ya sabes, de esos en los que tienes el alma indecisa. Nada te reconforta ni nadie te apetece. Acudes al mueble donde guardas los cds y los vinilos, pero más de forma autómata que libre. Te fijas en aquella colección que te regalaste. Eran cuarenta cds por 15 €. Las grabaciones completas de Duke Ellinton 1924-1947. Sonríes porque recuerdas que pensaste que en la tienda estaban locos. Y la sonrisa te lleva, sin saber muy bien cómo ni por qué, a aquello que dijo el Duque y que tú leíste ya no te importa dónde. Buscas entre las carátulas aquel título de Harlem. Pones el cd en la cadena y pasas con la flechita todos los números hasta llegar al tema que necesitas (no sabes por qué, pero necesitas escucharlo en ese preciso momento). Y entonces una patada te sacude las entrañas. Realmente, ves a esa pareja follando en el tercero. Y ves al repugnante señor del primero protestando cualquier cosa (y todavía recuerdas qué cara de asco te puso cuando tuvo que devolverte el tanga negro que se te cayó a su terraza tendiendo una mañana). Y a tu vecino psicópata sonriéndote como si pensara en arrancarte la piel a bocados (literales). El tema sigue, invadiendolo todo. Y piensas que, después de todo, Stravinski no estaba tan loco ni tan errado como decían, al menos no lo estaba cuando dijo aquella frase tremenda. De hecho, si no ves la música, si no puedes mirar todo eso que decía Ellington, entonces, es que no hemos escuchado las mismas notas ni hemos visto la misma música.
Al otro lado del mundo y en otra fecha de calendario en la que Ellington explicaba sus musas compositoras, estamos tú y yo. Es uno de esos días, ya sabes, de esos en los que tienes el alma indecisa. Nada te reconforta ni nadie te apetece. Acudes al mueble donde guardas los cds y los vinilos, pero más de forma autómata que libre. Te fijas en aquella colección que te regalaste. Eran cuarenta cds por 15 €. Las grabaciones completas de Duke Ellinton 1924-1947. Sonríes porque recuerdas que pensaste que en la tienda estaban locos. Y la sonrisa te lleva, sin saber muy bien cómo ni por qué, a aquello que dijo el Duque y que tú leíste ya no te importa dónde. Buscas entre las carátulas aquel título de Harlem. Pones el cd en la cadena y pasas con la flechita todos los números hasta llegar al tema que necesitas (no sabes por qué, pero necesitas escucharlo en ese preciso momento). Y entonces una patada te sacude las entrañas. Realmente, ves a esa pareja follando en el tercero. Y ves al repugnante señor del primero protestando cualquier cosa (y todavía recuerdas qué cara de asco te puso cuando tuvo que devolverte el tanga negro que se te cayó a su terraza tendiendo una mañana). Y a tu vecino psicópata sonriéndote como si pensara en arrancarte la piel a bocados (literales). El tema sigue, invadiendolo todo. Y piensas que, después de todo, Stravinski no estaba tan loco ni tan errado como decían, al menos no lo estaba cuando dijo aquella frase tremenda. De hecho, si no ves la música, si no puedes mirar todo eso que decía Ellington, entonces, es que no hemos escuchado las mismas notas ni hemos visto la misma música.
Escuchando Harlem Air Shaft, de Duke Ellinton
Comentarios
Pero cuando un tema en CD o vinilo te inunda, te sacude, lo ves, lo hueles, te eriza el vello (púbico en tu caso, escrotal en el mío), eso es el sumum.
Por cierto: a mí, la canción jazzie que más veo, la que me emociona es Samba Triste, de Elianne Elias.
Besazos y achuchones desde la Calle del Bourbon.
Besos con air shaft.