Sobre las situaciones jodidas
Las situaciones difíciles no sirven para casi nada. Sólo para consuelos tontos, el refranero popular, o los chascarrillos de ancianos a los que les confundimos las arrugas con la metafórica sabiduría del paso del tiempo, nos dicen que nos hacen más fuertes, que nos hacen más templados, más sabios.
Las situaciones difíciles sólo sirven para golpearnos brutalmente contra una verdad que nunca quisimos encontrar. Nos sirven para quitar los disfraces de amigos a personas que, simplemente, se esconden en una cobardía egoísta y te pasan la mano por el lomo, como si fueras un perro con la peste bubónica a punto de ser sacrificado.
Las situaciones difíciles sirven también para darte cuenta de que hay compañeros cojonudos por los que nunca hubieras apostado dos duros. Y también personas a las que quizá nunca debiste idealizar en un peldaño de metacrilato (ya lo decía Woody Allen en aquella escena del infierno en “Desmontando a Harry”).
Saldré de ésta. Seguramente, como dicen los ancianos salpicados de lumbagos y prótesis de cadera, me haré más fuerte, más templada, más sabia. Les quitaré la etiqueta de amigos a quienes no las merecieron nunca y se las pondré a los que nunca valoré lo suficiente. Quizá soy una romántica, pero siempre pensé que los amigos deben estar en los momentos más jodidos, aunque sólo sea para guardar silencio mientras disimulo mi miedo en un “¿no has escuchado “Mack The Knife” de Louis Armstrong? Dios, es muy grande. La letra es de Bertolt Brecht y la música de Kurt Weill. Espera, voy a ponértela”. Porque los amigos saben que a veces no nos queda más remedio que hablar con metáforas. Y también saben que guardar silencio, estar junto a ti, escuchando una vieja canción del grande de Louis es todo lo que necesitas para ser más fuerte, más templada, más sabia.
Las situaciones difíciles sólo sirven para golpearnos brutalmente contra una verdad que nunca quisimos encontrar. Nos sirven para quitar los disfraces de amigos a personas que, simplemente, se esconden en una cobardía egoísta y te pasan la mano por el lomo, como si fueras un perro con la peste bubónica a punto de ser sacrificado.
Las situaciones difíciles sirven también para darte cuenta de que hay compañeros cojonudos por los que nunca hubieras apostado dos duros. Y también personas a las que quizá nunca debiste idealizar en un peldaño de metacrilato (ya lo decía Woody Allen en aquella escena del infierno en “Desmontando a Harry”).
Saldré de ésta. Seguramente, como dicen los ancianos salpicados de lumbagos y prótesis de cadera, me haré más fuerte, más templada, más sabia. Les quitaré la etiqueta de amigos a quienes no las merecieron nunca y se las pondré a los que nunca valoré lo suficiente. Quizá soy una romántica, pero siempre pensé que los amigos deben estar en los momentos más jodidos, aunque sólo sea para guardar silencio mientras disimulo mi miedo en un “¿no has escuchado “Mack The Knife” de Louis Armstrong? Dios, es muy grande. La letra es de Bertolt Brecht y la música de Kurt Weill. Espera, voy a ponértela”. Porque los amigos saben que a veces no nos queda más remedio que hablar con metáforas. Y también saben que guardar silencio, estar junto a ti, escuchando una vieja canción del grande de Louis es todo lo que necesitas para ser más fuerte, más templada, más sabia.
Comentarios
Más besos.
besines
La música está ahí esperando a ser usada como ayuda, como salvavidas.
¡P'alante! Y besos, muchos besos.
http//jazzdelfindelmundo.blogspot.com
Saludos escandinavos