Correspondencia pendiente I


Querida Marilyn Monroe:

¿Quién eras cuando él recogía el reloj de tu mesilla de noche y, tras detenerse en sus agujas con la mirada ya ensayada, te decía “es tarde, nenita, tengo que irme”?

Quiero decir que sé que, unas horas antes de eso, cuando le seducías para que se metiera contigo en la cama, entonces, eras Marilyn. Pero, cuando él se iba de tus sábanas sudadas para meterse a hurtadillas en las sábanas de Jacqueline… ¿quién eras entonces? ¿Eran las entrañas de Norma Jean las que se rompían a pedazos? Necesito que me digas que sí, necesito saber que también tú maldecías ese momento y escondías tu rabia en la sonrisa de rubia tonta.

Querida Marilyn, cuando veías que todo el mundo te mitificaba, presionándote para que siempre tuvieras la palabra vacía y la alegría estúpida que contagiara sus mediocres vidas de banalidad… ¿en ese momento, mi querida Norma, no te entraban ganas de aullar el odio que habías ido comprimiendo en tus escasos ciento cincuenta centímetros de soledad? Dime que sí. Dime que, entonces, tampoco eran Marilyn.

No sé si alguna vez, “Tu Hombre” te mintió promesas o te drogó con mentiras. Supongo que sí. Supongo que te dijo muchas veces que, pronto, podríais estar juntos, “pronto, nenita, aguanta un poco más, pronto, pronto, pronto”. Seguro que te mintió que no amaba a Jacqueline, que estaba con ella porque, siendo el Presidente de Estados Unidos, era muy complicado plantear una separación. Además, la hipoteca de la Casa Blanca seguro que era cara de narices. No sé, mi querida Norma, si cuando él cerraba la puerta de tu casa también tú te servías una copa, te fumabas un cigarro sumiendo tu amor propio en el olvido y te maldecías a ti misma por ser tan crédula y tan estúpida. No sé si te pondrías aquella canción del otro Press, cantada por el malditismo de otra Lady que tampoco tuvo demasiada suerte con los hombres. Ya sabes de la que hablo. Las dos, tú y yo, nos hemos exorcizado el odio muchas veces en esa canción. Love me or leave me.

Querida Norma. Te escribo esta noche porque, hoy, estoy más cerca de ti de lo que haya estado de nadie. Esta noche, como tú tantas veces, hago de equilibrista en este circo que nos ha tocado o que hemos elegido. La cuerda, terriblemente delgada, tan minúscula que creo que me voy a caer sin remedio, está tejida con la esperanza de que esto salga bien. Pero, mi querida Norma, la esperanza se va haciendo cada vez más pequeña e insignificante. Así que, por momentos, como te pasó a ti, me siento tentada de tirarme abajo, de acabar con todo, de dejar que, después de haberse metido a hurtadillas en las sábanas de otra Jacqueline, se quede ahí para siempre. Dejar que se despierte con la noticia de mi pérdida y de que ya es tarde, que ya no podrá hacer nada, ni renunciar a la Presidencia, ni pedir el divorcio, ni pedir perdón por todas las copas y todos los cigarros que asimiló tu sangre cuando te dejaba pletórica de odio, de impotencia, de locura.

Querida Norma, te debo esta carta desde hace mucho tiempo. Te debo la disculpa, retrasada, escondida durante demasiados años. No eras tan tonta, ni tan rubia, ni tan Marilyn como creía. Entiendo (ahora entiendo) y te perdono (ahora te perdono) por haber sido Marilyn para conseguir que él se metiera en tus sábanas, te tocara como si fueras la mujer más hermosa del mundo y te arrancara los orgasmos que necesitabas que un hombre te quitara. Ahora te entiendo. Y también sé ahora que no fuiste una cobarde. Una noche, cuando él posaba su mirada ensayada sobre la esfera del reloj, le dijiste que eras Norma, ¿verdad? Le pediste que no se fuera. Le amenazaste con dejarle, con contarlo todo a un periodista del New York Times o con cualquier otra cosa que impidiera que volvieras a sentirte engañada, ridícula o infravalorada. ¿Verdad que lo hiciste? Todos sabemos qué hizo él entonces.

Querida Norma. Estoy escuchando el Love me or leave me. Es por eso que me he acordado de ti. Como tú, también como Billie Holiday, me encuentro al borde de un abismo de rabia, odio e impotencia. Por eso necesitaba escribirte. Para saber que, cuando él se iba y te hacía sentir sólo un trozo de carne hollywoodiense, entonces, en ese momento, no eras el mito de curvas tontas y pecaminosas.

Sólo quería decirte eso, que después de tanto tiempo, te he comprendido y me he reconciliado contigo. Descansa en paz.



Love me or leave me

Comentarios

Manolo ha dicho que…
A mi, guapísima, me ayuda mucho la marihuana y el blues. Al fin y al cabo lo malo no es lo que elegimos, sino que en realidad no podemos elegir la mayoría de las veces.

Besos, y que el fin de semana te de tranquilidad.
Erradizo ha dicho que…
Vaya mi niña, otro post de los que estremecen. Si yo fuera el blanco de estos pensamientos estaría sin duda sofocado y avergonzado...

Pero recuerda que hubo más hombres en la vida de Norman, como Joe Dimaggio, que la amó extremadamente, o como Arthur Miller llenó su vida de calma y felicidad...

No todos los hombres en tu vida tienen que ser Kennedys. Y tu sabes que puedes contar con outsiders como yo para compartir el peso de tus angustias.

Besos guapa, otro día te cuento lo mucho que me ha apasionado Norma Jean...
Anónimo ha dicho que…
Hola Olvido, hola....disfruta del dolor plenamente, solo así le ganarás en altura.
Contigo ahora, en tí...
NUR
Anónimo ha dicho que…
"Así que, por momentos, como te pasó a ti, me siento tentada de tirarme abajo, de acabar con todo..."

Eso ni lo pienses, chiquilla, que ya me encargaré yo de que no sea así.

Besos
Olvido A. ha dicho que…
Manolo: muchas gracias, a mi también me ayuda la música y las sustancias en la sangre. :)

Erradizo: No sé si sofocado o avergonzado, pero supongo que para él tampoco es fácil. Y sí, Marilyn tuvo otros hombres, pero murió de amor por Kennedy. Hagamos un trato, vamos a ver al Populart a ANDRZEJ OLEJNICZAC CUARTETO, tú me cuentas lo de Marilyn y yo te doy los dvds de Bird y Play Misty For Me y el cd de Bela Fleck & The Flecktones (a ver si te convenzo). Pd. estoy obsesionada con los mp3 que me diste. Besos, pequeño

Nur: me encanta que hayas vuelto, me encanta que estés conmigo y en mí. No quiero ganar, ni en altura ni en anchura. Sólo quiero que todo salga bien, que no haya Jacquelines, ni más dolores.

José Miguel: No lo pienso, o no literalmente. Era sólo una metáfora, pero se agradece enormemente que te preocupes, ¿y cómo te vas a encargar tú de que no sea así? :) Besos, a montones
Erradizo ha dicho que…
Claro mi niña, como no te voy a acompañar a ir a ver a ese señor del que nunca he oido hablar :)

Lo de Bela Fleck... ya sabes que lo tengo dificil, pero puedes seguir intentando convencerme :)

musus
Anónimo ha dicho que…
Siempre vuelvo a evadirme aquí, me encanta la soltura que tienes tejiendo las frases y plasmando tus pensamientos con la maestría que lo haces. Supongo, que vivirlo es lo que cuenta, encontrarlo y poder saborearlo, aunque sea compartido y a intervalos.

Una enganchada a tu blog, besos!
Emilio Calvo de Mora ha dicho que…
Olvido, te pido la foto prestada. Tenía el texto; ahora tengo la imagen.

Entradas populares de este blog

365 días

Un poema

Johnny Staccato