Una grande



A Lorraine Carter se la conocía en el mundillo farandulero como “Betty Bop”. No era gratuito. Tenía curvas, tenía sensualidad y había empezado con los dos grandes del Bop: Dizzy y también Bird. Tal vez fue por eso que, un día, Lionel Hampton, a cuya banda se había unido en 1948, le sugirió que se cambiara el nombre por Betty. Desde entonces, ocupa su lugar de excepción en el olimpo jazzístico.

Descubrí a Betty Carter en el “Open the door” de American Beauty. Aunque, probablemente, ya la había escuchado antes. Tampoco importa demasiado. Hay un momento para dejarnos impresionar en un fraseo y hasta que no me había perdido en el personaje de Lester Burnham, interpretado por Kevin Spacey, no fui consciente de la fuerza que se precipitaba por las anginas de una tal “Betty Carter”.

Años más tarde, me hice con un concierto en dvd que la Carter grabó en el Festival de Jazz de Montreal en Julio de 1982. (Algún día, sin remedio, conseguiré visitar esta Meca del Jazz). La acompañaban Khalid Moss al piano, Curtis Lundy al contrabajo y Lewis Nash en la batería. Es un concierto mágico, al margen de la tecnología o la estética. Betty Carter sabe cómo hacer un scat y dejarte con la nariz pegada a la pantalla del televisor. Nadie la conoce, no salió en la película de “Ray” y no se la homenajea con reediciones baratas de “Universal”. Y eso tampoco importa demasiado. Lo que importa es que, con el trío en silencio, improvisando sus sonidos en una capela extraordinaria, con sus muecas excéntricas, veinticuatro años después, aún sigue dejándote con las pupilas desorbitadas. Era grande Betty Carter. Sigue siéndolo en la pantalla de mi televisor, sin duda.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Qué buena que era Betty Carter, qué grande fue la jodía.

Besos en scat.

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