Necrológica tardía
Jackie McLean
Dicen que Jacky McLean le preguntó una vez al gran Mingus acerca de los acordes de un nuevo tema que tenían que tocar juntos. Entonces, Mingus se le debió quedar mirando, con su gesto lúcido, y le indicó que en realidad no había acordes. Imagino la cara de McLean, con su mirada perdida en la incomprensión frente al genio. Charles Mingus, entonces, quizá se apiadó del discípulo y le dijo “sólo límitate a seguir la música tal como vaya surgiendo”.
No sé si Mingus fue consciente de que, en ese momento, no estaba explicándole el significado de ese tema que tenían que interpretar, sino algo más abstracto y más poderoso. Charles Mingus, acodado probablemente en su contrabajo brillante, estaba explicándole qué era el jazz o cómo debe acercarse uno al jazz. No se trata de conocer los acordes, ni de entenderlos... Se trata de seguirlos, de sentirlos, según vayan surgiendo.
Tampoco sé si fue en ese momento que empezó a gestarse la vena docente de McLean. Pero, un tiempo después, fundaría el Departamento de Música Afroamericana en la Universidad de Hartford. La misma ciudad donde, a los 74 años, moría hace una semana.
Sí, Jackie McLean fue un músico de jazz, un saxo estupendo, que se enamoró del jazz a través del saxo inquieto de Charlie Parker. Es difícil no enamorarse del jazz cuando una se pierde en la cacofonía frenética de Bird. Tocó con Miles Davis, con Charles Mingus, con Sonny Rollins... Pero siempre estuvo enamorado del saxo excitado de Charlie Parker. Es difícil no enamorarse de la magia sonora de Bird. Es difícil.
Quizá sea que los muertos siempre nos dejan el deseo irrealizable de aferrarnos a una esencia que ya no está, que quizá nunca estuvo. Quizá es sólo que los fantasmas se nos quedan repicando debajo del somier. Pero, esta noche, el saxo de McLean llega hasta mí, en esta casa del Sur, más exquisito de lo que nunca fue. Y, quizá por eso, acabé escribiéndole la necrológica que quizá nunca debí atreverme a esbozar.
Descanse en paz, se dice en estos casos.
No sé si Mingus fue consciente de que, en ese momento, no estaba explicándole el significado de ese tema que tenían que interpretar, sino algo más abstracto y más poderoso. Charles Mingus, acodado probablemente en su contrabajo brillante, estaba explicándole qué era el jazz o cómo debe acercarse uno al jazz. No se trata de conocer los acordes, ni de entenderlos... Se trata de seguirlos, de sentirlos, según vayan surgiendo.
Tampoco sé si fue en ese momento que empezó a gestarse la vena docente de McLean. Pero, un tiempo después, fundaría el Departamento de Música Afroamericana en la Universidad de Hartford. La misma ciudad donde, a los 74 años, moría hace una semana.
Sí, Jackie McLean fue un músico de jazz, un saxo estupendo, que se enamoró del jazz a través del saxo inquieto de Charlie Parker. Es difícil no enamorarse del jazz cuando una se pierde en la cacofonía frenética de Bird. Tocó con Miles Davis, con Charles Mingus, con Sonny Rollins... Pero siempre estuvo enamorado del saxo excitado de Charlie Parker. Es difícil no enamorarse de la magia sonora de Bird. Es difícil.
Quizá sea que los muertos siempre nos dejan el deseo irrealizable de aferrarnos a una esencia que ya no está, que quizá nunca estuvo. Quizá es sólo que los fantasmas se nos quedan repicando debajo del somier. Pero, esta noche, el saxo de McLean llega hasta mí, en esta casa del Sur, más exquisito de lo que nunca fue. Y, quizá por eso, acabé escribiéndole la necrológica que quizá nunca debí atreverme a esbozar.
Descanse en paz, se dice en estos casos.
Comentarios
Descanse en paz. Ya lo veo, allá en el paraíso del jazz, discutir otra vez con Mingus. Ir de copas con Charlie Parker.
Gracias por descubrirmelo.
Besotes
Descanse en paz.
Erradizo: la más ignorante soy yo. Hay tanto que descubrir... Y el día que no lo haya, todo esto ya no valdrá la pena. Besitos, mi pequeño enorme.
Kirk534: totalmente de acuerdo. Por cierto, que en la Fnac hoy he visto algunos de sus discos en oferta, para quien le interese.