Si puedes oírme, no te vayas


Acabo de ver Gran Torino así que, tal vez, no sea un buen momento para escribir. Las películas de Eastwood, como todas las cosas enormes, hay que rumiarlas, procesarlas, pasarlas por el tamiz de la resaca y, sólo después, vomitarlas.

Acabo de ver Gran Torino y ando secándome las últimas lágrimas y limpiando la saliva de las sonrisas arrancadas, entre el agridulce y el amargor de un susurro.

Es verdad que tengo que rumiar, procesar y pasar por el tamiz de la resaca antes de vomitar las sensaciones vividas en esta ruleta rusa que sólo los genios son capaces de construir desde el otro lado de una pantalla.

Pero dicen (lo dice Él/Clint) que ya no volveré a encontrarme un Walt Kowalski/ Harry Callahan/ Robert Kincaid/ Bill Munny en la pantalla/altar. Por eso, además de por un coche del 72, he llorado a moco tendido mientras Eastwood volvía a regalarme ese pellizco en las entrañas...

Pd. Por favor, Clint, no me hagas esto.

Comentarios

Rafa ha dicho que…
Hola, cielito,

Me alegro que hayas vuelto, hacía tiempo que te echaba de menos (aunque no puedo hablar demasiado: ayer escribí después de un mes de no pasar por la Calle).

Sí, Eastwood últimamente sólo sabe hacer obras maestras. Me apunto la recomendación, y cuando la vea me acordaré de ti.

Un beso de aquellos...

Rafa
Emilio Calvo de Mora ha dicho que…
Llevo un rato en casa, recién venido de ver este prodigio de sentimientos y de contención narrativa, de sabiduría. Sí, es verdad todo lo que dices, Olvido. Además ahora, justo ahora, me siento completamente incapaz de escribir algo sobre ella. Tal vez mañana. Y si no, no lo hago. La disfruto, la tengo. Es mía. Clint, no te vayas. Yo también lo subscribo. Besos.

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