Art Tatum

Hoy quiero hablar de Art Tatum, pianista de jazz. 1909-1956.


En los años ’40, este músico aglutinaba a distintas figuras de la música clásica como espectadores en la mítica calle 52. Estos señores, que no se dejaban caer por los clubs de jazz, iban en peregrinación a ver a un pianista medio ciego cuya técnica, destreza y brillo musical eran sobrehumanos. Dicen que Fats Waller estaba tocando una noche y, cuando le dijeron que Tatum había entrado en el local, interrumpió el espectáculo, se dirigió al público y dijo "Señoras y señores, Dios está aquí esta noche".

Todos los genios, todos los dioses en la tierra, tienen sus leyendas, sus anécdotas... y los humanos corrientitos nos deleitamos contándolas. Quizá es por lo que decía León Felipe de "que los gritos de angustia del hombre los ahogan con cuentos". Quizá es porque necesitamos humanizar a nuestros ídolos y por eso nos recreamos en sus historietas de seres humanos. El caso es que a todos nos gustan estas historias. No recuerdo dónde la leí o dónde la escuché, pero ahí va. Art Tatum estaba un día tomándose una cerveza en un bar de la calle 52, absorto, disfrutando y saboreando ese momento sencillo en el que un hombre deja de lado todas sus preocupaciones, sus luces y sus sombras, y se sumerge en el humilde placer de beberse una cerveza.

Así que allí estaba nuestro pianista, con sus dedos gordotes, con sus mofletes de negro corpulento, ajeno a todo. De pronto, una misionera evangelista entra en el bar y se acerca a nuestro hombre. Con la actitud "iluminada" de todos los miembros de cualquier secta, se dirige al hombre negro y le dice que sólo podrá salvarse si se une al rebaño.

Art Tatum, como quien oye llover, ignora a la señora y su amenaza. Está acodado en la barra, frente a una buena cerveza, disfrutando ese momento que sólo es suyo.

Las víctimas de las sectas tienen una cualidad en común, independientemente de que su doctrina sea un partido político, una religión, el consumo de porros compulsivo o la práctica de una modalidad de sexo grupal. Es la siguiente: son más pesados que un plomo y nunca se desaniman. Siguen, siguen, siguen...

Así que la señora, viendo que el hombre negro (al que seguramente no habría reconocido) pasa de ella y de la "verdad suprema", vuelve a insistir y le increpa. "Si no se une al rebaño, será un hijo perdido de Dios".

Si yo hubiera sido Art Tatum, habría perdido la paciencia y quizá la habría insultado. Nunca me he sentido cómoda con la gente que quiere convencerte de que están en posesión de la verdad. Por eso no soporto a los comunistas iluminados, ni a los fascistas recalcitrantes, ni a los humanistas, ni al Opus Dei, ni a Pedro Jota... (En realidad, cada día hay más gente a la que no soporto, me vuelvo misántropa con la edad)

Art Tatum, sin retirar la vista ni un solo momento de su cerveza, le dijo a la evangelista, como quien piensa en voz alta: "Todos los hijos de Dios estamos perdidos, pero sólo algunos sabemos tocar el piano".

Y yo ahora, mientras espero a un informático que no va a llegar nunca, escucho cómo se deslizan las teclas del piano entre sus dedos. Me lo imagino ante aquella cerveza, queriendo ser sólo un hombre que se toma un descanso y disfruta de un placer sencillo. Me lo imagino resoplando, queriendo asesinar a la evangelista de los cojones que interrumpía su silencio cómodo. Y la genialidad de sus dedos con el piano, se me mezcla con la genialidad de aquella respuesta-puñal que tantas veces me hubiera gustado decir a mí. Cierro los ojos, sonrío, se me van los pies con el ritmo de sus notas y me trago un "¡Qué grande eres, Tatum!".

Escuchando "The Definitive Art Tatum".

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Jean Cocteau le llamó el Chopin loco. El virtuoso del piano clásico Vladimir Horowitz se convirtió en ardiente seguidor suyo tras verle una noche en el Café Society. Grapelli creyó al oirle un Tiger Rag que estaban tocando dos pianistas juntos.

Cualquier definición o intento de calificarle está de más. A éste hay que escucharlo (recomiendo vivamente los discos del final de su vida con Ben Webster. Ese All the things you are...)

Gracias por acordarte de Tatum.

Entradas populares de este blog

365 días

Un poema

Johnny Staccato