Ojalá nunca
¿Te acuerdas? Yo te había escrito una carta larguísima cargada de rabia y de veneno. Tú me contestaste con menos de diez palabras que encendieron mi ira. Eso no llegaste a saberlo nunca. Lo sospechaste, seguro. Pero nunca te concedí el placer de la certeza. Mi abuelo, que era mi dios y mi gigante, me decía siempre que no mostrara mi debilidad al enemigo. Lo sigo intentando, abuelo, te lo prometo. A la segunda, ya consigo callarme. Voy aprendiendo. ¿Te acuerdas? En aquel concierto, cuando la cantante negra que venía de New Orleans cantó What a Wonderful World imitando a Louis Armstrong, me preguntaste que por qué me gustaban las canciones de un hombre muerto. Yo te miré cargada de incomprensión y dolor. Al rato te contesté que porque nunca me decepcionaba, porque siempre me daba lo que esperaba de él, porque me conocía. Sí, Louis a mí. En realidad te estaba hablando del amor, de la fidelidad, de la integridad, de lealtad. Pero tú no lo entendiste, creo. ¿Te acuerdas? Te dije que ojalá ...