Descanse en paz
Le vi en Nueva York en mi luna de miel, era el músico residente del Iridium Jazz Club , en Broadway con la 51. No habíamos reservado mesa, pero la chica de la puerta (qué guapa es la gente de Nueva York), nos pidió que esperáramos, intentaría conseguirnos un hueco. (No cuesta casi nada ser amable). Nos sentamos en una mesa frente al escenario. Delante, un par de parejas que engullían un bistek remojado en patatas fritas. (No terminaré nunca de entender que se pueda profanar de semejante manera la ceremonia/concierto). Entonces, salió él. Era pequeñito y afable. Emanaba esa ternura que se les pone a las personas mayores con un pasado lleno de emociones y sobresaltos. (También es verdad que a mí siempre me han enternecido más los ancianos que los niños). Se sentó en su taburete y se fue haciendo un ovillito, como si se escondiera de los aplausos. Se le iluminaron los ojos y se le dibujó una sonrisa amable que duró toda la noche. Tocaba su propia Les Paul como si fuera fácil, como si fue