Llegas cansada, harta de un día en el que los pies no han conseguido dar con las bolas. Llegas de recoger unos pantalones tras un día de relojes a cámara lenta, de ansiedades acumuladas en la cucharada de un plato recalentado. La modista ha decidido que ya no eres enana y te deja unas perneras como de medir 1,80. Te miras otra vez de arriba abajo y aún te ves más ridícula y más pequeña con esos bajos de gigante arrastrándose sin dignidad alguna por el parquet rallado. Llegas frustrada, mirando de reojo la libreta en la que estás anotando los "descubrimientos" (o las mentiras) para el próximo congreso. Los dvds se amontonan encima del televisor, en un desequilibrio violento. Total, aún quedan diez días... Llegas enfadada, porque los que creías tus amigos se han perdido en la indiferencia y ni siquiera recogerán la invitación para brindar por ti. Husmeas en tu pasado, por aquello de que quizá seas culpable. Buscas, rebuscas... Peor para el sol, que cantara aquel... Llegas a una...