Se nos está escurriendo entre los dedos. El año. Se me van mis alumnos y llevo una semana con los ojos llenos de agua y sal. Ellos se despiden de mí con un regalo, gracias desbordadas y piropos inventados de los que se te clavan en las entrañas maternales. Algunas, en las otras entrañas, que algunos son aspirantes a James Dean y una nunca ha sido de piedra. Se me acaba la botella de Santa Teresa y la he repuesto por un Matusalén , que una siempre ha sido de acabar las cosas a lo grande. Se me ha acabado un libro del que os hablaré uno de estos días, entre lo alunada y lo enamorada. Se me termina de ir un virus que no era una gripe pero casi. Se va agotando la paciencia y una no puede asfixiar el "hijos de puta" cuando ves a los padres de Madeleine en la televisión jugando a películas de navidad. Se acaban las opciones y las pistas. Se quema la visa. Se vacía el Viña Ardanza y se queda en los huesos el jamón. Como quien no quiere la cosa, se nos está finiquitando 2mil7, con l...