Un saxo noruego
A Jan Garbarek lo conocí gracias a un hombre que me susurraba calmantes verbales al otro lado del teléfono. En mitad de la madrugada, y en unos días en los que mi estabilidad emocional se tambaleaba entre la locura y la miseria, aquel hombre me llamaba Laura , como la canción, me hablaba de Verona , de la serenidad del saxo de un noruego llamado Jan Garbarek , de un disco de Charlie Parker que llevaba mi nombre y de que, también él, tenía una mujer con hipoteca que le arrastraba hacia una espiral de demencia y asfixia. Nunca supe cómo se llamaba aquel hombre, ni de qué color eran sus ojos en los días de lluvia. Y, sin embargo, me desnudé ante él como no lo he hecho con personas que comparten mi herencia genética y mi árbol genealógico. Como si pudiera verme por una grieta de mi casa, sabía llamarme en ese momento oportuno en el que había vaciado una botella de ron, las colillas desbordaban el cenicero y a Lady Day no le quedaban más lamentos que escupirme a la cara. Entonces, le habla...