Retrospectiva a Charlie Parker y a un bar de Malasaña


Domingo de rebajas, en todos los sentidos.

Domingo de escapar de casa y gastar dinero y sonrisas.

La Fnac siempre me acoge con los brazos abiertos (y la lectora de la tarjeta de crédito a punto)

Así que hoy me di un caprichín. Porque me lo merecía. Porque lo necesitaba.

Hay mujeres que se dan caprichos en Zara.

Hay mujeres que se dan caprichos en una pastelería.

Yo me doy los míos en la tercera planta de la Fnac.

Charlie Parker. Rétrospective 1940-1953. Saga.

Saga es una casa francesa que lleva años colándose en mi salón.

Saben editar con gusto y elegancia. Y el jazz es cosa de gusto y elegancia.

Este cofrecito es un auténtico tesoro.

Tres cds en pequeñas fundas con dibujos de acuarela.

Los dos primeros se nutren de temas de la discografía oficial de Parker. Sin embargo, el tercero es una joya y una justificación de los 17,50 €. El tercer cd incluye actuaciones en directo y grabaciones particulares.

Junto a ellos, se presenta un libreto de 90 páginas (en francés e inglés) que incluye una introducción al artista y comentarios en todos los temas escritos por Daniel Huck, músico que ha seleccionado las canciones de esta impresionante edición.

Además, fotografías, etiquetas, carteles… donde una melómana como yo se pierde y desea no encontrarse nunca.

Charlie Parker es uno de mis músicos. Charlie Parker es parte de mi vida, de mis sueños, de mis lágrimas y de mis sonrisas sin motivo.

Charlie Parker es un trozo de historia, no sólo de la historia del jazz, sino de una humanidad, de un período concreto, de una generación perdida en pinchazos de heroína y notas robadas a un instrumento musical.

Charlie Parker es también el recuerdo de una noche en Malasaña, hace mil años, cuando yo vivía en otra ciudad más al norte, más fría y más antipática. Yo había venido de visita y empecé a charlar con un camarero de mirada pícara y lasciva.

“Mi músico favorito es Charlie Parker”, me dijo mientras me ponía un ron con coca cola.

“¿Por qué?”, le pregunté devolviéndole la sonrisa lasciva.

“Porque Parker es dios. Porque Bird es al jazz lo que Picasso es a la pintura del siglo XX”.

Después, me puso un disco, entre las protestas de clientes que esperaban rock español, y yo me quedé callada, perdida en su mirada que se buscaba a sí misma entre la magia de aquel disco.

Así que Charlie Parker es también ese momento en el que el jazz inundó aquel bar de Malasaña. Es también mi sensación de libertad al estar en Madrid y no en aquella ciudad más fría y antipática. Pero, sobre todo, es ponerlo y que él hable por sí solo. Ninguna explicación de aquel camarero ni de ningún crítico mundialmente afamado podía explicarme por qué es tan importante Bird. Bastó con poner un disco. Aquel Picasso del jazz me demostró el por qué aquella noche.

Pero si, además, el disco que pones de Bird es de una belleza como el pequeño cofre que compré hoy, la sensación roza el orgasmo visual.

Así que hoy, domingo de rebajas, en todos los sentidos, me compré un caprichín que me acompaña, ahora, mientras escribo estas letras insomnes y ebrias.

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Hoy me toca FNAC a mi, que San Gillespie, San Baker y San Coltrane se apiaden de mi tarjeta de crédito, intuyo que la voy a meter un buen meneo.

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