De New York, del Segundo Jazz y de los corazones rotos

Hace un año, Ella estaba preparando su viaje a New York. Había comprado el billete, había reservado una habitación en un hotel de Chinatown y tenía una lista con unos veinte clubs de jazz que le gustaría visitar. Finalmente sólo caerían el Blue Note y el Village Vanguard. Pero eso, Ella aún no lo sabía.

Hace ahora un año, Ella estaba psicótica por no saber cómo decirle a su jefe que necesitaba una semana libre para ir a Manhattan. Entonces, le llamaba a Él, a su móvil del Estado de New York, para que le dijera cosas dulces y, así, recordar por qué valía la pena tanta psicosis.

Unos meses atrás, cuando aún no sabía que iría a New York, se había reencontrado con Él, con el hombre al que había roto el corazón tres años atrás. Quizá porque nunca había cerrado la puerta, quizá porque no había vuelto a sentir el infierno en las entrañas al besar a un hombre, quizá por tantas cosas al mismo tiempo...
Aún hoy lo recuerda como si hubiera pasado ayer. Llevaban tres años sin verse y, en ese tiempo, Él había aprendido a no necesitarla, a cambiar el odio por una indiferencia inventada. Ella, por su parte, se había buscado en otras miradas y se había perdido en otras poyas, coleccionando coitos que no le enseñaron a volar. La primera vez que volvieron a verse, Ella tuvo que disfrazarse de pecadora arrepentida ante un párroco confesor con demasiada prepotencia. ¿Cómo decirle que no se arrepentía de haberle dejado tres años atrás, sino de no haber encontrado a nadie que la supiera masturbar como él lo hacía? ¿Cómo decirle que seguía convencida de que en ese momento tenía que dejarle, pero que no había pasado un solo día sin echarle de menos, no como significante sino como significado? Así que mintió, para volver a encontrarse en su mirada triste, en su boca cálida, en sus manos salvajemente tiernas.

Los dos se habían mentido una promesa de ser amigos, unos buenos amigos. Unos días después le llevó al Segundo Jazz. Mientras el cuarteto tocaba alguna pieza con reminiscencias bop, Ella le contaba la historia del club.

- ¿Sabes? Este lugar nació de un modo muy mágico. El dueño, Segundo, trabajaba en un club de jazz mítico de Madrid. Le encantaba el jazz, era su pasión. Una navidad vino a visitarle el fantasma de Dickens, pero en lugar de enseñarle el futuro, le dio un décimo de lotería premiado. ¿Y qué crees que hizo él?

Él no contestó nada. A Él no le interesaba el jazz y mucho menos la historia de un club de Madrid. Él sólo la miraba, con un embelesamiento producido a medias por un vodka con naranja y la oscuridad del lugar.

- Pues compró este local y montó su propio club de jazz. ¿No te parece precioso? Cualquier otro se hubiera comprado un apartamento en Benidorm. Pero él se compró su rincón jazzístico. No sé, a mí me parece conmovedor. ¿No?

Y, mientras Ella pronunciaba su ¿No?, Él se acercó a su boca y la besó. Ella supo entonces que no era buena idea. Sabía que cuando le rompes el corazón a alguien, éste no olvida nunca y, por lo tanto, algún día devolverá la rotura. Pero, cuando iba a apartarse de sus labios, sintió que algo, entre su ombligo y su pubis, ardía de un modo tan intenso que casi iba a marearse. Sonrió, recordó que no había vuelto a sentir ese calor desde la última vez que le había besado, hacía más de tres años. Así que, aun a sabiendas de que algún día Él le rompería el corazón, continuó aquel beso.

El cuarteto, ante un público más bien reducido, seguía su actuación rememorando temas de Charlie Parker y Dizzy Gillespie. El camarero, seguía trayéndoles vodka con naranja para Él y Brugal con coca cola para Ella.

Al llegar a casa, John Coltrane les esperaba en el cd de su cuarto. Se enterraron entre las sábanas y follaron hasta que, tal vez por el cansancio, tal vez por el olor a sexo, tal vez por el saxo de Coltrane, creyeron que volaban. Mientras Ella encendía su cigarro postcoital, Él le dijo:

- ¿Vendrás a verme a New York?

Algunos meses después de volver de New York, Ella recordó todos sus pensamientos ante aquel primer beso. Él le rompió el corazón traicionando sus férreos principios, mintiéndole excusas de un hombre demasiado simple y sin la creatividad suficiente para inventar un buen pretexto.
Hace un año preparaba su viaje a New York. Hoy, sin ningún dolor ya en las entrañas, Ella sigue encontrando preciosa la historia del Segundo Jazz, Él seguirá viviendo en el cuerpo de un hombre simple que no disfruta con el jazz y John Coltrane aún es un acompañamiento perfecto para las noches de sexo y onanismo.

Comentarios

Manolo ha dicho que…
El conocimiento no da sino dolor. El conocimiento de saber que aunque lo hagamos mal, mola hacerlo, y aún sabiendo que nos la jugamos, lo haremos de todas formas. Por tanto es mejor pensar en el disfrute de Coltrane en el momento en el que lo estoy disfrutando, que en el momento en el que no puedo disfrutar de él, porque no encuentro su disco, porque se acabó la canción,... Disfrutar es lo único que nos queda de los momentos buenos.
Administrador ha dicho que…
Olvido, me gusto tu pagina. Me entruve leyendo las anecdotas. tego una pagina que puedes visitar. www.masjazz.blogsopt.com
La tengo por el momento con trabajos realizados con mucho esfuerzo aqui en Chile...pero he logrado ya cumplir con la 4ta. versión de un festival que hago en cachagua un balneario de las costa de Chile. Bueno un saludo.

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